lunes, 7 de marzo de 2011

Qué hay de lo mío

Mis pequeños gormitis están que se suben por las paredes, aunque no así:


Es otro estilo, ligeramente más molesto. Llevan dos semanas en las que cualquier cosa es motivo suficiente para montar una pataleta, no paran de pedir comida a todas horas, protestan por una cosa y, si les haces caso, por la contraria, e incluso se niegan a hacer las cosas que más les gustan sin razón aparente.

El resultado es que su madre y yo, que últimamente estamos muy ocupaditos, andamos todo el dia detrás de ellos pastoreando como buenamente podemos. Les damos gritos y galletas (de comer) de forma alternativa para que se comporten como es debido (coño, ya). A veces, cuando estamos serenos, apelamos a su madurez, el problema es que es una madurez que no tienen. Un ejemplo ilustrativo: Hace un tiempo íbamos en el coche de camino a Cáceres y Martín estaba muy inquieto, protestando, de modo que el ambiente en el coche era bastante insoportable. Después de las cuatro ediciones de cantajuegos (eutanasia activa para el creador, ya), avisos, y ruegos varios, el muchacho seguía dando guerra, hasta el punto que en una de esas se quitó un zapato y me lo tiró a la cabeza. Carolina, copiloto y madre, ya no se contuvo más y saltó dándole un grito: ¡¡¡¡Joder, Martín, para ya, que pareces un niño de dos años!!!!.

El problema es que cuando sucedió esto era un niño de dos años. Y recién cumpliditos.

A lo que iba. Que se han asalvajado. Todo tiene que ver con que nos acabamos de mudar, por lo que llevamos dos meses en los que nuestras preocupaciones han estado muy centradas en la casa y de algún modo hemos hecho poco caso a estos dos mequetrefes. Vamos, que el plan más divertido del fin de semana era ir a Leroy Merlín, o si había suerte a Ikea. Lo que yo me pregunto es si esta gente no podría pedir lo suyo de forma más civilizada: "Padre, por favor, podríais madre y tu atender nuestras necesidades, que últimamente os veo algo despistados". Más en serio, me gustaría poder detectar esto antes de llegar a una situación de locura total, de caos ingobernable. ¿Cuáles son las  claves?, ¿Ante qué comportamientos deberíamos pararnos a echar el freno?. Un zapatazo en la cabeza es una pista, pero estaría bien que consiguiéramos encontrar un camino que no pase por desorganizarnos y llegar al límite de lo soportable.

En cualquier caso hay una cosa sana en esto, que los chicos pelean por lo suyo. Y eso está bien.