El caso es que desde el principio quería escribir también sobre él y no he podido, supongo que no me ha cuestionado tanto, pero la sensación era más que las cosas que pasaban dentro de mí en relación a él no tomaban forma, al menos forma de discurso. Un amigo me dijo hace tiempo que a él los niños le empezaban a interesar desde que tenían dos o tres años, cuando hablaban, y que antes estaban bien, pero que no podía entenderse con ellos. Yo era padre primerizo por entonces, él acababa de tener el tercero, y me desmarqué secretamente anudando un par de prejuicios con lo que acababa de decir y me quedé muy satisfecho pensando en lo buen padre que era yo, lo que me entendía y relacionaba con mi hijo. Ahora me veo en la situación de decir más o menos lo mismo que él (no exactamente lo mismo, porque me vería obligado a aplicarme a mi mismo esos juicios de valor con el agravante de falsedad y superioridad moral. Dios me libre).
Esta mañana me entero, además, de que este cambio tiene que ver con que el muchacho ya reprime. Ya hay inconsciente, el milagro se ha obrado (¡yuja, yuja!, como diría él). Y ya que he empezado a desdecirme no me queda más remedio que soltarme y afirmar que los niños son de las madres, y no de los dos, mientras no se demuestre lo contrario. Y cada cual que lo entienda como quiera.
Os dejo, que voy a comprarme una moto. Otro día más.
PD: Otra de las razones por las que no he escrito en este tiempo es porque vuestros comentarios a las últimas entradas eran perfectamente sensatos y razonables y me conminaban a relajarme y confiar en que lo estamos haciendo bien, no dar demasiada importancia a las cosas ni sacar demasiada punta a pequeños incidentes. Sois muy majetes, pero, por favor, no me dejéis sin mi obsesividad y mi masoquismo, que me pierdo.