martes, 25 de septiembre de 2012

Cómo hacerlo mal




Todos sabemos que casi siempre hay más maneras de hacerlo mal que de hacerlo bien. Es una lástima pero es así. Os copio un listado:

  1. Comunicaciones patogénicas
  2. Invalidación de la petición infantil de apoyo y comprensión
  3. Negación de la percepción del niño de ciertos eventos familiares
  4. Comunicaciones culpógenas
  5. Invalidación de la experiencia subjetiva del niño
  6. Amenazas
  7. Críticas improductivas
  8. Comunicaciones inductoras de vergüenza
  9. Intrusividad y lectura de la mente
  10. Doble vínculo
  11. Comentarios paradójicos 
  12. Comparaciones desfavorables
  13. Comentarios desalentadores
  14. Comentarios que cuestionan las buenas intenciones
  15. Comentarios que niegan el derecho de los niños a tener opinión
  16. Comentarios auto referidos
  17. Respuestas que denotan desinterés
  18. Reacciones exageradas
  19. Comunicaciones típicas de padres en conflicto entre ellos
  20. Falta de habilidad para respetar la incitiva del niño
  21. Rechazo
  22. Descuido
  23. Falta de habilidad para jugar juntos
  24. Presión por el éxito
  25. Inversión de roles
  26. Delegación de roles
  27. Inconstancia
  28. Padres ¿demasiado buenos?
Podéis añadir vuestras formas personales de meter la pata o hacer un ranking de vuestras actuaciones estelares. Cualquier aportación es bienvenida.

Abrazos,

Nch


lunes, 6 de agosto de 2012

Historias



-Papá, ven, tengo una tortuga!!!

-Es preciosa, hijo, ¿la has hecho tú?

-Si, yo solito

-¿Cómo se llama?

-El Corte Inglés


Si, Diego también tiene su tortuga y la ha bautizado siguiendo su propio criterio, desconocido para nosotros. No solemos ir ni hablar de el corte inglés en casa, y sin embargo algo ha hecho que él lo incorpore a su mundo de palabras y significados. Significados verdes. Si supiéramos cómo se incorporan las palabras y las historias que se construyen a nuestro alrededor al mundo de representaciones del niño sería todo más sencillo (y yo me quedaría sin trabajo). Lo que está claro es que esto es esencial.

Caro ha leido un libro sobre cómo inventar y contar cuentos que ayuden a los niños a superar los miedos típicos de cada etapa evolutiva, y ahí estamos, intentándolo. Martín está con miedos de mayor; el otro día apareció de madrugada en la habitación para preguntarme si existen los ladrones de niños. Estuve un rato tranquilizándole, y cuando le llevé a la habitación para que se acostara me dijo "papá, mientras yo me duermo tú te quedas explicándome cosas". Necesitamos historias, historias que nos ayuden a dar forma a lo que tememos y a poder relacionarnos con eso, y también necesitamos que se repitan, que se repitan un montón de veces, por que sin historias "la vida no es más que un cuento narrado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que nada significa", que dice Shakespeare en Macbeth. (Supongo que esto es lo que Lacan llama Lo Real). Las historias nos ayudan a negociar con el dolor de la existencia y nos ponen en relación con los demás, en el mundo intersubjetivo, donde nos sentimos arropados.

Pero aún con lo importantes que son, no son sino historias, con minúscula, no La Historia. La Historia es la historia de nuestra vida, la historia que nos contamos. Tendemos a creer que nuestra historia se construye con lo que nos sucede en la vida, que son los episodios que vivimos a lo largo de nuestro desarrollo los que construyen nuestra historia. Esto no es cierto, y no lo es de forma radical, en la raíz. Bowlby estudió el desarrollo de los niños, principalmente desde un punto de vista afectivo y vincular, pero fue incorporando a su teoría los hallazgos de la psicología cognitiva, en especial los relativos a la memoria y la codificación de la experiencia: Tulving, en 1972, distinguió entre dos tipos de memoria, la episódica y la semántica (ambas conforman la memoria declarativa, por oposición a la implícita o procedimental, pero esto se propuso una década más tarde). Los recuerdos que tenemos codificados de forma episódica son evocables facilmente, se narran de forma coherente y consisten en sucesos contextualizados. Son una información bastante fiable de lo que uno ha vivido. Los recuerdos codificados de forma semántica son más difusos y están organizados en torno a significados personales, son más desorganizados. Así, una persona que puede contar que ha tenido una infancia privilegiada y utilizar muchos adjetivos, dar pinceladas impresionistas que conformen una imagen ideal. Pero si le preguntas y logras que acceda a episodios concretos te puede contar experiencias horripilantes. A mayor discrepancia, mayor psicopatología, pero esto es de cajón.

Lo interesante es que en lo que a recuedos infantiles se refiere se han evidenciado dos cosas:

  • Que los recuerdos episódicos reflejan de forma ajustada la vivencia del niño y la memoria semántica representa la historia contada al niño por el cuidador.
  • Que la información, invariablemente, se incorpora sobre la codificación semántica previa 

Es decir, que la raíz no es nuestra experiencia sino lo que nos han contado nuestros cuidadores, y que de forma natural incorporamos nuestra experiencia sobre esta cosmovisión, que es muy dificil de cuestionar. Cuando Groucho Marx preguntaba "¿A quien va a creer usted, a mi o a sus propios ojos?" estaba, como siempre, poniendo el dedo en la llaga. Las preguntas son dos:

  •  ¿cual es la historia que les estamos contando a nuestros hijos acerca de ellos, de su mundo y de su papel en este?
  • ¿Esta historia es congruente con su experiencia directa?

Ayuda!

Nch